EL CARIBE COLOMBIANO, tras las huellas de García Márquez.

Casi diez años después de la muerte de Gabriel García Márquez, su vida y su obra siguen iluminando el Caribe colombiano, convertido en un fantástico espacio literario llamado Macondo. Desde la mágica región de La Guajira hasta la joya colonial de Cartagena de Indias, en este territorio descubrirás alegres ciudades, un mosaico de culturas afro e indígenas, estremecedores paisajes con cumbres nevadas a nivel del mar, pueblos palafíticos, desiertos y playas paradisíacas.

Texto y fotos: JAVIER SULÉ

Un viaje por la geografía de Macondo debería empezar en la región de La Guajira, fronteriza con Venezuela. Aquí se sitúan los orígenes de la familia materna del escritor. Nacieron los abuelos Nicolás Márquez y Tranquilina Iguarán, y también su madre Luisa Santiaga. En esta tierra desértica y enigmática que Gabo retrata como nadie en La increible y triste historia de la Cándida Eréndira viven unos 500.000 indígenas wayuu que rigen todavía su vida por los sueños. García Marquez siempre reconoció la influencia que la cultura wayuu había tenido en su forma de pensar empezando por su propia abuela Tranquilina que lo crió y era hija de wayuu.

Son infinitas las referencias, los personajes y los lugares de La Guajira que acabaron formando parte del universo novelado del escritor. Las Supersticiones fabulas y leyendas guajiras fueron moldeando el realismo mágico de Gabo. Aquí está también la esencia y el origen del vallenato, la música popular del Caribe colombiano que tanto gustaba a García Márquez.

Una niña recogiendo cocos en la Playa de Manzanillo, en la Isla de Providencia.

El primer encuentro con la región es su capital Rioacha, la pequeña ciudad costera desde donde partió precisamente la goleta de José Arcadio Buendía para fundar Macondo en Cien años de Soledad. Con aires de nostalgia y un bonito paseo marítimo, la localidad presume siempre de ser el lugar donde concibieron al Nobel. Los padres de Gabo vivieron y engendraron aquí al pequeño Gabito antes de partir hacia Aracataca estando la madre de ocho meses de embarazo.

En la Guajira hay otros lugares que resplandecen llenos de belleza como el Cabo de la Vela, a tres horas de Rioacha. Aquí no se divisa ni un alma, sólo un interminable paisaje de dunas doradas frente a un mar azul intenso. En este refugio natural existe una pequeña población donde los ranchos de los wayuu abren sus puertas como posadas turísticas a los visitantes. La noche en el Cabo es silencio. Dormir en una hamaca cerca del mar bajo un cielo estrellado es además toda una experiencia.

Por toda La Guajira, veremos la fantástica imagen de las mujeres wayuu vistiendo con una larga manta de vivos colores parecida a una chilaba árabe y portando un bonito bolso tejido. Para protegerse del sol implacable usan pañuelo en la cabeza y embadurnan su cara con una sustancia que oscurece sus facciones.

Casa natal-museo Gabriel García Marquez. Aracataca, Colombia

Vista la Guajira, el siguiente punto de la geografía macondiana es Santa Marta, a dos horas de Rioacha y la ciudad donde murió Simón Bolívar, personaje central de la novela El general en su laberinto (1989). Santa Marta es una buena base para explorar otros escenarios literarios íntimamente ligados a García Márquez. Uno de ellos es la Sierra Nevada de Santa Marta que atravesó la expedición de José Arcadio Buendía en Cien años de Soledad antes de fundar Macondo. Gabo sentía una gran atracción por esta cordillera que se alza de forma abrupta desde el mar hasta las cumbres nevadas a 5.775 metros de altitud. Allá habitan los indígenas arhuacos, koguis y wiwa, autoproclamados guardianes de unas montañas que consideran que son el corazón del mundo.

Al pie de la sierra está el Parque Tayronauno de los parques nacionales más bonitos de Colombia con decenas de kilómetros de hermosas ensenadas y franjas de playas paradisíacas solitarias fundidas en la selva que recogen toda la espiritualidad de un territorio considerado sagrado por los indígenas del lugar.

A hora y media de Santa Marta, la única forma de llegar a Aracataca es por carretera. En esta somnolienta y calurosa localidad de unos 50.000 habitantes nació en 1927 Gabriel García Márquez y aquí todos sitúan el epicentro del Macondo de Cien años de Soledad, nutrido de los recuerdos de infancia del Premio Nobel y teñidos de una gran fantasía. Todo el pueblo está impregnado por el recuerdo a Gabo y a su obra, empezando por la casa donde vivió de niño, hoy reconvertida en museo. Cuando murió el abuelo, el pequeño Gabito tuvo que irse a Barranquilla y ya no regresaría a su pueblo natal hasta catorce años después, en compañía de su madre, para vender la casa de su infancia.

PA BARRANQUILLA Y CARTAGENA

El Caribe es música, color y ritmos sensuales; es también la luz de un mar cálido y la fusión de tres culturas: la africana, la indígena y la europea. El Caribe es en definitiva una forma de ser y donde más se nota el carácter caribeño es en Barranquilla. Desde Santa Marta, a cuatro horas por la carretera de la costa, se llega a esta ciudad que tan importante fue en la vida del Premio Nobel.

A excepción de la exclusiva zona del barrio de El Prado con sus flamantes casas de estilo republicano, no es ciertamente una urbe demasiado atractiva. De hecho, Barranquilla vivió tiempos mejores cuando tenía fama de culta y cosmopolita y era conocida como un referente de la intelectualidad colombiana en la que se integraba un joven García Márquez. Lo que no ha cambiado es que sigue siendo la ciudad más festiva, acogedora y alegre de toda la costa, sobre todo si llegamos en su Carnaval. Gabo estudió aquí parte del bachillerato y volvió más tarde, tras abandonar sus estudios de derecho, para reorientar su vida hacia el periodismo y forjarse como escritor relacionándose en ambientes intelectuales. Su primera novela, La Hojarasca (1951) la gestó en Barranquilla.

Desde Barranquilla se puede viajar a una Venecia tropical. Es la Ciénaga Grande de Santa Marta, salpicada de palafitos y pueblos lacustres asentados sobre aguas surcadas por cayucos con velas al viento y repletas de pescadores que lanzan sus redes formando abanicos en el aire. El Macondo de Cien años de Soledad es deudor de estas ciénagas perdidas entre laberintos de manglares. La expedición de José Arcadio Buendía también pasó por aquí en su camino hacia la fundación de Macondo.

Cabo San Juan de Guía Parque Nacional Tayrona

Las huellas de García Márquez en el Caribe prosiguen en la ciudad de Cartagena de Indias, a cuatro horas de Barranquilla. Aquí llego el escritor en 1948 procedente de Bogotá para trabajar como redactor en el periódico local El Universal. No es fácil escapar al hechizo que ejerce esta ciudad colonial. Quizá sean sus murallas de piedra bañadas por el Caribe, sus callejuelas empedradas, sus pórticos, sus encantadoras plazas o el sonido de las ruedas de los carruajes que aún pasean a la luz de las viejas farolas. La ciudad pareciera que apenas hubiera cambiado en dos siglos. La misma ciudad ardiente donde un día Florentino Ariza vio a Fermina Daza, los dos personajes a los que García Márquez daría vida en su novela Amor en tiempos de Colera (1985), para recrear el difícil noviazgo de sus propios padres.

Gabo residiría bastantes años en la ciudad y aquí creó también Del amor y otros demonios, una novela ambientada en la Cartagena del siglo XVIII que cuenta los amores imposibles entre un cura de treinta años y una marquesita criolla de doce a la que debía exorcizar. La ruta garciamarqueana en este hermoso decorado cartagenero está salpicado de espacios trascendentes en la vida y obra del Nobel. Son la torre del reloj, el portal de los dulces, la plaza de San Pedro, el parque Bolivar, el antiguo convento Santa clara o el Paseo de los Mártires algunos de los lugares en los que conviene recrearse.

Fue igualmente en Cartagena, en 1951, donde el escritor se enteró, por una carta de su madre, del asesinato en Sucre de su gran amigo Cayetano Gentile, por un asunto de honor. Este aciago suceso daría origen treinta años después a Crónica de una muerte anunciada (1981) su novela más leída después de Cien años de soledad. Sucre queda lejos de todo. El viaje desde Cartagena dura unas seis horas hasta Magangué, a orillas del Magdalena, y desde aquí hay que remontar primero el río La Mojana y adentrarse después por el llamado Caño San Jorge. La aventura merece la pena. En este recóndito lugar de la subregión de La Mojana, rodeado de agua por todas partes, vivieron los padres de Gabo muchos años y el escritor solía pasar sus vacaciones. Además de Crónica de una muerte anunciada, también La Mala Hora, el Coronel no tiene quién le escriba, Los funerales de la Mamá grande y algunos de sus cuentos se inspiraron en este pueblo.

Vendedora de frutas en Cartagena de Indias.

En todo este entorno novelesco también el río Magdalena tiene un papel protagonista. Es la gran arteria fluvial de Colombia y Gabo la navegó varias veces en su vida. En ella, muy cerca de Magangué, se encuentra Mompós, uno de los pueblos más bonitos de Colombia, declarado Patrimonio de la Humanidad, y que Simón Bolívar consideró un reducto de la aristocracia criolla en la novela El general en su laberinto.

Este es en definitiva el Caribe de un escritor que se sentía ante todo caribeño. Tuvo que dejar su tierra para exiliarse en México, pero leyendo sus libros uno se da cuenta que nunca se fue. Viajar a la Colombia caribeña en la que nació, vivió y donde se inspiró uno de los más grandes genios que ha dado la literatura es sencillamente fascinante.

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