Es, sin duda, la ciudad más filmada del mundo. Y una de las más fotogénicas por la monumentalidad de su urbanismo. Casi no hay un rincón que no halla sido grabado, es por antonomasia la ciudad preferida por el celuloide.
Arto de la fiesta a la que asisto en una casa neoyorkina del Midtown, hasta la que me ha traído mi querida amiga Ania. Decidimos escapar sin despedirnos de nadie. Ella me dice mientras recogemos los abrigos con cara enfurruñada “ las fiestas en Nueva York donde la mayoría de personas pertenece a profesiones liberales son insufribles, aburridas hasta la extenuación, gente que sólo busca nuevos contactos que le sirvan para progresar en su trabajo, música tan baja que es casi imposible que alguien se arranque a bailar, un ambiente insípido que aburre hasta la persona más dicharachera. Este tipo de reuniones a las que llaman fiestas, que ni se parecen a una fiesta, siempre son iguales. Nunca falta el apio con crema de queso azul, el humus junto al pan de pita o las tostada con queso Brie. En ésta había hasta olivas de Kalamata, cuando las ponen, ya creen que son lo más de lo más. Lo siento Lucas, tu me dijiste que querías pasear por el Nueva York de cine, y esta es una de las escenas que más se suele ver en muchas películas; quería que palparas la realidad de una fiesta “in” en la ciudad de los rascacielos, donde las preguntas que siempre te formularán son ¿dónde vives? Y ¿de qué trabajas?. También te he traído hasta ella para hacer tiempo y mostrarte la cara mágica de la ciudad a media noche, la que muestra mucha filmografía grabada aquí.

Montados en un clásico taxi amarillo circulamos por Manhattan, mientras Ania le va indicando al conductor por donde ir para mostrarme la noche más fotogénica. Las luces de neón de los clásicos groceries, El turbante que cubre la cabeza de nuestro taxista, el humo saliendo de las Alcantarillas, patrullas de policía con las luces y sirenas a toda pastilla; por un momento parece que me he introducido en Malas Calles o Taxi Driver. Poner un pie en Nueva York, es gozar de un plató de cine al aire libre, donde es frecuente encontrarse muchos rodajes en plena calle. No hay urbe en el mundo que haya sido tan filmada. Todos los años sirve de decorado a más de 900 películas y series de televisión.
De repente, Ania Manda parar el taxi en Lexington Avenue con la 52, camina lentamente, se vuelve y me dice “toma nota, esto si que es historia del cine”. Se coloca sobre un respiradero de metro que hace que su gabardina se levante bruscamente, la pena es que lleva pantalones. Riéndose dice “aquí exactamente se grabo la mítica escena de Marilyn Monroe en La tentación vive arriba. Ahora a dormir, mañana más”
MoMA. A.Warhol; Cambell´s soup. Mary Boone Gallery.
-Escenas de altura
A la mañana siguiente, después de un desayuno contundente en un diner clásico con decoración ultra pop, sigo a Ania en la ruta de película que me ha trazado. No puedo estar en mejores manos, es una de las localizadoras más prestigiosas de la ciudad, es decir; una de las personas más solicitadas por las grandes productoras para buscar lugares donde grabar en Nueva York. Frente al escaparate de Tiffany´s se para Ania y me señala una mujer que come un croissant mientras mira las joyas a través del cristal. Y dice, “que te parece, es la misma escena, pero sin Audrey Hepburn, que se ve en la mítica Desayuno con diamantes”. Enfilamos la Quinta avenida hasta llegar el Flatiron Buiding donde detenemos nuestros pasos. Es uno de mis edificios preferidos, nunca me canso de mirarlo. No es de los más espectaculares, pero sí de los más elegantes. Data de 1902, es de estilo modernista y fue uno de los primeros rascacielos que tubo la ciudad. Ante la cara de bobo que se me pone siempre que miro la obra levantada por Daniel Burnham, Ania me mira fijamente y me pregunta; “¿a que no sabes quien trabaja aquí? ”. Muevo la cabeza a derecha e izquierda indicando que no. Y añade con voz de profesora de instituto, “fíjate bien en las películas de Spiderman, en este edificio se ubica el periódico para el que trabaja Peter Parker”. A muy pocos pasos se halla el Empire State. En la Quinta avenida con la 37 E se alzan sus 102 pisos, es el rascacielos más celebre del mundo. El cine y este edificio han mantenido un gran idilio desde sus orígenes, son numerosas las películas donde adquiere protagonismo, como en Independence day, Superman II o Annie Hall. Pero sobretodo, el gran público lo suele relacionar con la maravillosa secuencia en la que King Kong está encaramado a la antena que corona el edificio, mientras mantiene cuidadosamente en una mano a Fray Wray. Decidimos subir hasta el mirador que se halla en la planta 86, donde Cary Grant tiene una cita con Deborah Kerr en Tu y Yo, para sellar su amor. Desde aquí se contempla todo el skyline de la ciudad, captado una y mil veces por el celuloide, donde por encima de todos los edificios destaca el Chrysler; una estructura de 319 m de altura que constituye una obra maestra del Art Déco diseñado por William Van Alen en 1930 y destinada para ser sede del imperio automovilístico de Walter P Chrysler. Durante my poco tiempo fue el rascacielos más alto del mundo, hasta que el Empire State le arrebató el puesto pocos meses después. Recientemente, por 800 millones de dólares (511 millones de euros) lo ha adquirido un fondo de los Emiratos Árabes, el Abu Dhabi Investment Council.

-Secuencias junto al mar
Para no perder mucho tiempo, seguir con los tópicos, y no dejar el hilo de este itinerario cinematográfico que estamos trazando. Ania, muy cortésmente me indica que me pare frente a un carrito de perritos calientes. Ella sabe que la comida basura no me hace ni pizca de gracia. Me mira con su cara de ángel y dice “lo siento, pero tu me has dicho que quieres ver la cara más peliculera de la ciudad; dime tu en qué película policiaca no se comen perritos. Además vamos justos de tiempo y nos viene de maravilla”. No sé si es el hambre, pero a pesar de mis reticencias, tengo que reconocer que esa nefasta comida está buenísima. Tan buena que decido repetir, pues la verdad, estos perritos son muy pequeños. Ania, sorprendida por mi buena actitud, me mira con ojos como platos y añade irónicamente, “esta noche cenamos en Wendy´s”; la cadena de comida rápida más detestable de Nueva York.
SDean & Deluca. Soho. Escena en Av,Village.
Con la tripa llena, pero mi sentido epicúreo de la vida un poco tocado, ponemos rumbo al Battery Park, junto al Financial District , donde vamos a tomar el ferry de Staten Island. Mientras embarcamos Ania me guiña un ojo añadiendo “ es gratis, las panorámicas son espectaculares y la vista de la estatua de la libertad tiene mucha mejor perspectiva desde éste, que desde el que va hasta la misma estatua. Además, este es el ferry que toma todos los días Melanie Griffith para ir a trabajar en Armas de Mujer”. El trayecto dura unos 20 minutos, durante los cuales se suceden estampas bellísimas del Distrito Financiero, donde por supuesto hecho de menos las dos Torres Gemelas, presentes en cualquier toma de está área de la ciudad hasta antes del ataque terrorista. Rápidamente relaciono el paisaje urbano que estoy observando con varias películas, como Time in America, El Padrino, Wall Street o Escape from NY. A mitad de Trayecto, el Ferry pasa frente a la Estatua de la Libertad. Siempre que la veo, no sé porque, me acuerdo de la escena final de El Planeta de los simios, cuando aparece semienterrada en una playa como único vestigio de la civilización humana.
Para concluir la tarde, Ania ha reservado el que quizá es el decorado urbano más utilizado por los directores que ruedan en Nueva York. Para contemplarlo en toda su plenitud nos trasladamos hasta Brooklyn, donde la imagen del puente que lleva este mismo nombre con el Lower Manhattan y el Financial district como telón de fondo tiene una fuerza brutal. “Es infinita la lista de películas que recogen esta vista, yo me quedo con la inolvidable escena de Manhattan, la mejor obra de Woody Allen rodada en 1979; donde Allen y Diane Keaton están sentados en un banco frente al puente de Brooklyn con Manhattan al fondo”, me dice Ania, con cara burlona mientras me invita a sentarme junto a ella con un gesto amable.

-Un final de película
De vuelta a la Gran Manzana, por el Puente de Manhattan, penetramos en el Downtomn hasta el Soho, donde abandonamos el taxi para introducirnos en un edificio, subir hasta la quinta planta y sentarnos en una estupenda terraza de un restaurante italiano, que en su puerta principal parece una vivienda más y al que sólo dejan acceder a los clientes habituales, como Ania. La calma y el silencio son casi totales, no parece que estemos en medio de una gran urbe. Apenas lo rompe una suave melodía de Jazz y el murmullo que generan tres personas al fondo de la terraza, que beben vino, conversan animadamente y de vez en cuando sueltan una carcajada. El cielo se torna azul platino sobre nuestras cabezas, cuando justo empiezan a despuntar las primeras estrellas. Ania me mira con cara de deseo y me dice casi susurrando, mientras señala con el dedo índice una casa; “allí se grabó Ghost, ¿ponemos en práctica aunque sólo sea un 25 por ciento del romanticismo que trasmite ese largometraje? “