Desde Punta Arenas hasta Ushuaia, a bordo del barco Ventus Australis. El itinerario surca los fiordos de Tierra del Fuego, por enclaves que son hitos de la exploración mundial, como el Estrecho de Magallanes o el mítico Cabo de Hornos; haciendo paradas para observar la fauna o hacer un trekking por paisajes memorables.
Nuestra travesía comienza en Punta Arenas, ciudad que fue fundada el 18 de diciembre de 1848 por aventureros que buscaban nuevos horizontes. Ubicada a 53º de latitud sur a orillas del legendario Estrecho de Magallanes, en la península de Brunswick. Es la capital de la región de Magallanes y la Antártica chilena, con una población de 133.000 habitantes. Conviene llegar a ella por lo menos un par de días antes de zarpar para visitar la ciudad o hacer alguna pequeña excursión para avistar ballenas o pingüinos rey. Una visita ineludible es el Museo Regional de Magallanes, que cuenta con importantes colecciones arqueológicas, bibliográficas, etnográficas y fotográficas que son una introducción perfecta a la región para un viajero que nunca ha pisado la Patagonia. También es de gran interés el cementerio municipal de la ciudad, está considerado como uno de los más bellos de Sudamérica, salpicado de cipreses que dibujan un magnífico jardín que alberga mausoleos y tumbas extravagantes de personajes como José Menéndez, un magnate cuya fortuna procedía de su gran imperio ovejero. Punta Arenas también es un lugar para hacer compras, dispone de una zona franca donde adquirir productos libres de impuestos; los precios de loa aparatos electrónicos, como teléfonos y ordenadores son realmente muy atractivos . Y por último, según reza la tradición oral de la ciudad, no se puede ir de ella sin tocar o besar el pie de la escultura que hay en la plaza de Armas Muñoz Gamero; un monumento a la etnia Aóikenk. No debemos olvidar que esta parte del mundo estaba habitada desde hace más de 6.000 años por las etnias marinas de los Kaweshkar y los Yámanas, junto con los cazadores recolectores terrestres de los Haush, los Selk nam y los Aonikenk. En algo más de un siglo y medio los europeos nos hemos encargado de su desaparición. Primero fueron despojados de sus tierras para levantar grandes haciendas ganaderas (llamadas aquí estancias), y posteriormente el alcohol y las nuevas enfermedades que portaron los europeos hicieron estragos entre la población aborigen. Y finalmente, al no tener tierras donde cazar empezaron a capturar ganado; fueron cazados por considerarlos una amenaza para las grandes estancias ovejeras. En el mejor de los casos pasaron a trabajar para las estancias por un poco de comida y alcohol. Cuando muera Cristina Calderón, la última aborigen viva, que pertenece a la etnia Yámana, desaparecerá un universo mágico que ha sido aniquilado por la codicia humana.

Al segundo día de mi estancia en la capital de la región de Magallanes y la Antártica chilena afloran los nervios. Son las 20,00h, y es hora de zarpar para descubrir uno de los lugares más remotos de la tierra. El capitán y toda la tripulación nos dan la bienvenida a los 206 viajeros mediante una pequeña charla de seguridad y un brindis con Champagne. Desde la ventana del bar, mientras saboreo micopa, puedo ver como las luces parpadeantes de Punta Arenas se pierden en la distancia con el ocaso de día. Estoy a bordo del Ventus un moderno buque de exploración operado por la empresa Australis que entró en funcionamiento en enero de 2018, ha sido diseñado especialmente para navegar por los canales más australes de Sudamérica. Sus características, incluyendo su tamaño, eslora y potencia de motores, le permiten tener una gran maniobrabilidad necesaria para navegar por canales y fiordos muy estrechos, por donde ningún otro crucero puede aventurarse.
Han pasado cinco horas, y aunque hace mucho frio, decido subir a la cubierta del barco. A pesar de ser de noche, el paisaje luce espectacular iluminado por una inmensa luna llena, bajo un cielo estrellado que parece haber sido dibujado. Estamos navegando por el Canal Beagle a través de aguas de leyenda. Me siento como los valientes marineros que lograron grandes hazañas en estas aguas. Con un paso firme y seguro, el Ventus navega a través de un laberinto de islas, canales y fiordos, alrededor del Parque Nacional Alberto de Agostini.

Al amanecer el buque está surcando el Seno Almirantazgo, una rama espectacular del Estrecho de Magallanes que se extiende hasta casi la mitad de Tierra del Fuego. La zona norte del canal se encuentra dentro de la ya declarada como área marina protegida “Seno Almirantazgo”, la primera de Tierra del Fuego. En la cara sur del barco me sorprende mientras desayuno la majestuosidad de profundos fiordos que trazan amplias bahías del Parque Nacional Alberto de Agostini. La primera parada para explorar esta parte del fín del mundo es en la Bahía de Ainsworth. La inponente cordillera de Darwin configura la bahía; Cuenta con más de 600 cuencas glaciares. Se extiende desde el Monte Sarmiento hacia el oeste, en el Canal Magdalena, hasta el Monte Bove, al este del Canal Beagle, formando un área montañosa cubierta de nieve que le da a la bahía una gran belleza. Aquí desembarcamos en zodiak para realizar una caminata de 3 horas donde tenemos nuestro primer contacto con la flora autóctona de esta región, donde domina el bosque subantártico. Andrés, el guía que me acompaña, me dice que “también se puede llamar bosque Andino Patagónico, formado básicamente por tres especies de árboles: la Lenga; el Ñire y el Guindo. Todos especies que aguantan temperaturas de hasta -20 ºC».
Uno de los grandes atractivos que brinda un crucero por la Patagonia, es la observación de la fauna. Y el mejor lugar para esta actividad por esta zona son los islotes Tuckers. Sus habitantes más conocidos son los pingüinos de Magallanes. Usan Tuckers como lugar de anidación, para reproducirse y criar a los polluelos. Hay muchas otras especies de aves que también frecuentan la zona como cormoranes imperiales, skúas, chilenas, carancas, águilas y ocasionalmente el cóndor andino. Si tienes suerte puedes ver delfines y leones marinos. Pero sin lugar a dudas, lo más impresionante es la gran colonia de pingüinos, formada por más de 4000 ejemplares. Para preservar la virginidad del ecosistema en el que nos encontramos, no podemos bajar de la zodiac, pero sí acercarnos hasta unos 2 metros de los pingüínos. Además de percibir el hedor que desprende la pingüinera, experimentamos una inmersión total en el ecosistema, con la observación de la vida cotidiana de este animal tan peculiar.

Al caer la noche navegamos alrededor del extremo occidental de Tierra del Fuego y entramos en el Canal Ballenero, nombre dado por el capitán Robert Fitz Roy, en honor a su embarcación ballenera que fue sustraída por los habitantes autóctonos y nunca fue recuperada. Con el amanecer el barco enfila las aguas heladas del Canal Beagle, tornándose la navegación cada vez más complicada a medida que transcurre la jornada. Desde la ventana de mi cabina observo un paisaje de una belleza sobrecogedora, donde un manto de nieve cubre las montañas que perfilan el Fiordo Pía. Salgo corriendo a la cubierta para ver mejor el espectáculo. El barco transita por un territorio remoto surcando unas aguas cubiertas de hielo que cada vez se torna más abundante. Sin previo aviso, de repente, el majestuoso glaciar Pía aparece ante mis ojos, es una de las sorpresas más placenteras del viaje. Su imagen es increíble, forma un muro de hielo sobre el mar con más de 100 metros de altura, hecho que no evidencia que cada año retroceda 10 metros. Aquí tiene lugar un desembarco espectacular, donde la zodiac transita frente a la monumental pared del glaciar. Al pisar tierra es todo un placer disfrutar de una serena contemplación del glacial y de los diferentes azules que emite debido a la reflexión y refracción de la luz en su masa helada. También agrada ver como se van sucediendo los desprendimientos de hielo del glaciar, desde un mirador hasta el que se llega después de una corta caminata muy angosta, donde también hay una vista impresionante del fiordo.
Horas más tarde, navegando por el brazo oeste del Canal Beagle, la naturaleza no deja de sorprenderme, en la llamada Avenida de los Glaciares. Todo el pasaje sube a cubierta para contemplar este hermoso paraje que parece haber salido de un cuento de hadas, formado por una sucesión de glaciares, que deben su nombre a países europeos: como Holanda, Italia, Alemania y Francia, en honor a la nacionalidad de los exploradores del SXIX que dibujaron los primeros mapas de la región.

Después de surcar durante la noche el angosto Canal Murray y cruzar la Bahía Nassau, el barco se detiene y hecha el ancla. Hoy es uno de los días más esperados del viaje, ojalá pueda cumplir el sueño de pisar el Cabo de Hornos. Es un promontorio rocoso de 425 metros de altura que domina el paisaje del turbulento Paso Drake, que fue descubierto en 1616 por una expedición marítima holandesa. Aquí la climatología es extrema y la visita se suele suspender por las malas condiciones meteorológicas. Por fin, a las 5 de la mañana el capitán anuncia por megafonía que desembarcaremos: “las condiciones climatológicas son favorables, prepárense para iniciar el desembarco a la seis de la mañana”. Poner un pie en Cabo de Hornos es saborear la esencia del fin del mundo. A nuestra llegada el farero nos da la bienvenida. Las visitas son escasas y dice sonriendo “hay que tratarlas bien para que vuelvan”: La marina chilena mantiene un faro permanente en la isla, habitado por un oficial de la marina y su familia, que va rotando cada año. Además del faro, destaca la capilla Stella Maris, una pequeña construcción religiosa de madera muy entrañable. Y el monumento erigido a los marineros que perdieron la vida aquí, en uno de los mares más terroríficos de la tierra. Es una silueta de albatros recortada sobre una gran placa de acero, hace alusión a la mitología marina de la zona. La leyenda dice; «Que cuando un marinero muere cruzando el Cabo de Hornos, su alma vuela eternamente encarnada en un albatros».
La bahía de Wulaia en la isla de Navarino, es la última parada de este periplo por el fin del mundo a bordo del buque Ventus Australis. Desembarcamos para hacer una caminata por un sendero que recorre un atractivo paisaje de bosque subantártico, hasta que alcanzamos un enclave que ofrece una increíble vista panorámica de toda la bahía. Junto al muelle, la empresa Australis ha habilitado una antigua estación de radio como punto de información, donde ilustran sobre los Yàmanas, el grupo étnico que estaba asentado en la isla

La ciudad de Ushuaia, ubicada en el Canal de Beagle y abrazada por la cordillera de Martial, es el punto final de un viaje que comenzó en Chile y termina en Argentina. Ésta es una de las ciudades más importantes de Tierra del Fuego, con una población aproximada de 65,000 habitantes, que fue fundada el 12 de octubre de 1884. Y cuenta con dos interesantes museos: el marítimo. Ubicado en una antigua prisión, y el llamado Fin del Mundo. Deleitarse con la cocina local es una buena manera de cerrar el viaje. El cangrejo y la merluza negra del restaurante El Viejo Marino o el cordero patagónico en el restaurante La Estancia te harán tocar
el cielo con el paladar.

Guía del viajero
El crucero.
La travesía la hace el buque Ventus, operado por la compañía Australis. El recorrido puede empezar en Punta Arenas y terminar en Ushuaia o viceversa. Incluso se puede hacer ida y vuelta por que los recorridos no son exactamente iguales, pero sí parecidos. Para precios y salidas, visitar.
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